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viernes, 22 de abril de 2016

Sanando el árbol, en luna llena de abril

Cuando estamos presentes, y no juzgamos las situaciones sino que las vivimos intensamente, se da lo que los toltecas llaman la segunda atención.
En ese momento, se despliega ante nosotros como sí una suerte de magia chamánica se tratara un bello tapiz matrícial en el que todo encaja a los ojos de ver y no de mirar.
En esta mi segunda estancia en el hospital, sanando aspectos de mi psichée, me entrego al momento para una sanación más profunda que la física.
Martín mi compañero de habitación, parapléjico al que dispararon hace ahora 35 años, en diciembre del 77 por defender a sus padres, el mismo año y el mismo mes que mi padre entra en el hospital del valle de Hebrón en Barcelona, en la unidad de grandes quemados tras un accidente laboral.
De inmediato me doy cuenta de que mi compañero de habitación es la segunda oportunidad que me brinda la vida de ordenar el pasado, como si de una teoría de cuerdas espacio- tiempo se tratase.
Su esposa, devota y sufridora como una Parvati con su Shiva, lleva con el desde el instituto, toda una vida cuidándole a su lado, como mi madre lo hizo con mi padre. Asunción se llama, está para asumir lo que la vida a tenido a bien mandarle.
Por sí fuera poco a Martín, le han extirpado el cólon a causa de un tumor, y permanece sereno al trasiego de médicos que entran y salen de nuestra habitación, la 309, tres veces fin de ciclo, de algo que acaba y se cierra para sanar.
Durante una semana convivo con el y su esposa, charlamos de la vida, del más allá, de lo divino y lo humano.
Una enfermera de nombre Concha, como mi abuela paterna le cuida amorosa, y también a mi, la abuela con la que tanto conflicto tuve. De pronto me doy cuenta de que estoy sanado tres generaciones en un mismo momento y me digo, gracias, gracias, gracias. Habitación 309, tres veces cierre de ciclo.
La luna llena de abril, en la fiesta de wesak se acerca implacable a pasar cuentas y cerrar capítulos, si estamos presentes para entender y ver desde las ventanas del alma.
Lloro en silencio por las noches, de agradecieron por tamaña ofrenda de la vida..por un momento, no me creo merecedor, y me revelo a los ronquidos y molestias que en esa habitación del cambio y la transformación se sucede....al fin, me rindo, total y placenteramente al proceso de transmutación, y regeneración...
Tras esa noche a la mañana siguiente me dicen los médicos, Emilio hoy te vas a casa, siento entonces la satisfacción de un trabajo bien hecho, merecido y esperado por mi ser, sin haberlo sabido, hasta el momento que aconteció.
Gracias Martín, gracias padre, gracias abuela.....lloro de nuevo, íntegro, acepto, comprendo, íntegro..y siento una paz profunda y duradéra